¿Es necesario ser rico para ser reconocido, o por el contrario las buenas obras y el talante marcan más?



El valor de una persona no se mide por la cantidad de posesiones, sino por la cantidad de gente que llora su partida.”



En verdad, es tan simple como esto, al mundo todos llegamos igual, sucios y llorando, puede que la diferencia la marque, a que familia pertenezcas, o la abnegación de tus padres para darte los estudios necesarios para que puedas tener una carrera, o simplemente un golpe de suerte que te facilite la vida en el tema económico. Muchos encontrarán que es de suerte nacer en una familia adinerada y de buena clase social, otros que la fortuna no tiene porque ir adjunta a tu nacimiento, sino al trabajo que hagas durante tu vida y a una gestión correcta de tus bienes, o a la bendita e imprevisible suerte. Lo que en verdad es cierto, que casi todos anhelan cierto poder adquisitivo, para así, dejar cierta huella, aunque sea a sus hijos en forma de una considerable herencia.
Como podéis comprobar, el dinero marca nuestra existencia, o ¿no necesariamente es así? La verdad que el dinero, es solo eso, dinero, una forma de trueque evolucionada, que marca la capacidad de mercadeo que tiene una persona, en un tiempo fue la sal, de aquí proviene la palabra “salario”, o las especias, pero con la irrupción del dinero, quedaron desbancadas las antiguas formas de comerciar, para consolidarse este elemento que, en la mayoría de casos, poseer gran cantidad de el, no te garantiza la felicidad, tan solo una notoriedad pública y muchos falsos amigos. Muchos adoran a los ricos, hay hasta la famosa lista FORBES, lista que exalta la grandiosidad de los más poderosos, mostrando su posición por el valor de sus bienes.
La gran pregunta llega al pensar ¿para qué sirven en verdad esos bienes? La primera respuesta que se nos viene a la mente es, para vivir a cuerpo de Rey, pero también te crean una cierta soledad, un sentimiento de desconfianza hacia la gente que se te acerca, en el caso de que por tu propia seguridad, pueda acercarse gente a ti. Además, cuando llega nuestra hora, para lo más que va a servir, sin quitar la suculenta herencia de nuestros herederos, será para un pomposo funeral y un exultante mausoleo.
¿De verdad eso demuestra la valía de una persona?¿Tan solo lo material es sinónimo de notoriedad social? Sinceramente, no creo que sea así, y no lo creo no por simple decencia humana, sino porque he podido comprobar que una persona humilde, que parecía que era un vecino más de su barrio, el día de su muerte, en la iglesia donde se celebraba el sepelio, se congregaron tantas personas que, literalmente, no se podía pasar, pero eso no acabó ahí, a la salida, había aun más personas fuera de esa iglesia que dentro, y no era más que un vecino de toda la vida, de un pequeño barrio, que por aquel entonces contaría con unos tres o cuatro mil habitantes, pero que en su generación igual no eran más de unos quinientos, o quizás mil. Aquella capacidad de atracción, y a sabiendas que no era una persona con dinero, me hizo darme cuenta de que, en la vida hay muchas cosas más importantes que el dinero y saber pasar por ella, haciendo que la gente te reconozca por tu generosidad, por tu simpatía, por tu forma de tratar a los demás, es la que, al fin y al cabo marca el valor de una persona.

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