Hay que cuidar el rosal de nuestro amor para que no se convierta en una simple mata llena de espinas.



El amor es como un rosal, aunque lleno de espinas, si lo cuidas siempre será la alegría del jardín de tu vida, pero si lo descuidas, solo será una mata llena de espinas que te causará dolor.”



Para esta reflexión he creído muy oportuno usar una analogía de un rosal para describir el amor con el paso del tiempo por varias razones lógicas. Estaremos de acuerdo, más quienes hayamos visto un rosal en un jardín, que son unas plantas estéticamente muy vistosas y que desprenden un aroma que embriaga nuestros sentidos, pero también sabremos, que a diferencia de las rosas que se venden en las floristerías, estas están cubiertas de unas espinas que pretenden proteger su bien más preciado, la flor, esa rosa que desprende el aroma y que es la razón implícita de la planta.
El amor, y sobretodo con el paso de los años, se va llenando de espinas, ya sean de tipo personal, como de tipo ambiental, trabajo, familias, amistades, personas que, por una o por otra, se entrometen gratuitamente en la relación provocando desestabilidad en uno o en ambos componentes de la pareja. Estas espinas, o sea estas vicisitudes creadas por el paso de los años y su consecuente arrastre de todo tipo de problemas, al final deberían ser un motivo más para valorar nuestra preciada rosa, en este caso la relación de amor con nuestra pareja y, en sí mismo, lo suelen ser. El problema es que, con el paso de los años, también se tiende a la comodidad, al conformismo y al descuido, que al igual que pasaría con un rosal, incide en el asilvestramiento, convirtiéndolo en una mata descontrolada, que aunque siga con su floración y siga desprendiendo su fragancia, el aspecto es de total dejadez y deteriora la estética de nuestro jardín. Pues eso mismo pasa con el amor, las dos personas siguen siendo las mismas, su esencia sigue estando ahí, pero el descuido, ya sea de uno o de ambos y adrede, por la irrupción de terceras personas, o simplemente sin siquiera darse cuenta de que se está produciendo, conlleva al afeamiento de esa relación y si ya tanto en el caso del rosal como en el de la relación, por llegar a este punto, dejamos de regarlo y abonarlos, osea, dejamos de alimentar totalmente la relación, acabará irremediablemente muriendo, habiendo causado antes mucho dolor por la acumulación de espinas clavadas en el camino del deterioro.
Pero, en ambos casos, si se ataja a tiempo el problema, lo que fue en su día un bello rosal y se fue convirtiendo en una mata de rosas, podando las ramas sobrantes, cuidando las que estén bien sanas y alimentando debidamente la planta, volverá a mostrar su esplendor y nos volverá a deleitar con su fragancia, con más intensidad que antes si cabe, devolviendo ese color y esa belleza al jardín de nuestra vida y satisfaciéndonos en gran mesura por lograr regresar a su estado mas álgido, lo que el tiempo quiso marchitar.
Hay que recordar siempre, que nada en esta vida, ni siquiera el amor, se consigue sin sufrir algún pinchazo que otro, pero si amamos de verdad, por muchas espinas que nos clavemos, siempre estaremos dispuestos a recibirlas con tal de poder oler la rosa que custodian.

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