¿Cambiar o no cambiar? Esta es la cuestión




Los cambios pueden provocar miedo, desconfianza, estrés e inquietud, por el contrario, no hay vida sin miedos, desconfianzas, estrés o inquietudes.
No hay vida sin cambios.”



Todos, en algún momento de nuestras vidas sentimos recelos a producir algún cambio en, lo que llamamos, normalidad. La normalidad en nuestra vida, suele estar ligada a un periodo de conformismo, el cual nos proporciona una falsa sensación de seguridad y estabilidad, producida por una falta de adversidades, a las cuales no nos hemos visto enfrentados por la casualidad o el mismo sedentarismo de lo cotidiano, lo que provoca una relajación, que al verse alterada por la llegada de un cambio, pone en marcha el mecanismo de autodefensa, buscando excusas, peros y otros métodos para no proceder a dicho cambio.
No es que ese tipo de reacciones sean de cobardes, o no tenerlas, signifique que estamos más preparados para enfrentarnos a todos, la lógica nos indica, que cualquier cambio de rumbo en nuestra vida debe ser recibido con todos esos síntomas y con alguno más añadido. Pero quedarse en la inmovilidad después de un cambio es totalmente contrario al mismo hecho de vivir, puesto que la vida en sí misma es un cambio constante, al que nos enfrentamos cada uno de la manera que podemos en cada momento en concreto.
Los que vais siguiendo mis reflexiones, sabréis que siempre suelo poner ejemplos propios, pedazos de mi vida, que uso para describir de una manera más gráfica la exposición de mis reflexiones y precisamente en esta, es en la que más puedo demostrar que los cambios son parte de la vida y que, no es cuestión de enfrentarlos, sino de saber adaptarse a ellos para ir configurando una nueva realidad.
Hace tan solo siete años, vivía en casa de mis padres, con un trabajo basura, haciendo mucho deporte y cuidándome, tanto físicamente como en la alimentación. En ningún momento tenía previsto una relación estable y mucho menos volver a dejar mi tierra natal, cosa que hice años antes. Sin embargo, los cambios comienzan cuando menos pretendes que los haya, ya que apareció en mi vida una persona que iba a desmontar por completo todo lo que tenía en mente. Coincidiendo con la finalización de mi contrato y esa aparición decidí afrontar la situación adaptándome de nuevo a un cambio brusco en mi vida. En unos meses, me veía viviendo en Menorca, junto a una persona maravillosa y en pocos años, lo que hubiese dado por imposible, casado y con una hija, que junto a mi mujer, son el motor de mi vida. Diversos trabajos, situaciones de incertidumbre después de un tiempo sin encontrar trabajo, surgió de la nada un trabajo que, sin estar demasiado bien pagado, abría una puerta a la esperanza. Tan solo un años y un mes después, una lesión en la espalda y una rabieta de la responsable de la empresa para la que trabajamos, me dejo sin trabajo y con una baja que ha sido un suplicio.
Ahora me enfrento a otro gran cambio, mi nueva situación me permite trabajar en trabajos adaptados, pero también debo pasar por quirófano para someterme a una operación nada sencilla y que entraña diversos peligros. Pero la opción de no hacer nada ni la contemplo.


Si nos negamos a aceptar los cambios, llegará un día en el que, al mirarnos al espejo, no seremos capaces de reconocer quien vemos reflejados en él, porque el cambio más grande es la misma vida.

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