La sublevación de la mente a las presiones de la sociedad
Capítulo IV.
La sublevación de la mente
ante las presiones de la sociedad.
En
una sociedad tecnocrática, con modelos de convivencia forzados, que
tan solo nos proponen una gestión parcial de nuestra vida, ya que el
resto esta designada a seguir unos patrones de comportamiento y
conducta estipulados por un sistema de jerarquías construido sobre
cimientos de explotación y productividad y que tan solo proporcionan
riqueza y estabilidad a una minoría que domina los criterios y los
movimientos del resto de la sociedad, no nos es difícil el apreciar
una tendencia a no usar nuestras propias iniciativas sino a dejarnos
llevar por tendencias que, como no, están diseñadas para que las
minorías de alto nivel jerárquico acaben sacando partido de todo lo
que hacemos. Todo lo que vemos en televisión, todas las búsquedas
en cualquier buscador de la web, cada paso que damos por la calle,
todo esto esta controlado para incitarnos ha realizar ciertas
acciones de manera sutil y que se escapa a nuestro consciente,
atacando de manera subliminal a nuestro inconsciente y generando las
necesidades de obtener o hacer lo que cada reclamo encubierto
nos indica y para lo que fue diseñado.
Las
necesidades creadas, nos producen adicciones, nos generan ansiedades
y nos llevan a, inconscientemente, anular nuestro sentido de
priorizar las necesidades, llevándonos a
hacernos
sentir fuera de la sociedad, en el caso de no seguir sus
indicaciones. Como ejemplo, podría poner los smartphones, poner un
reto tan simple como la anulación de la vida cibernética durante 72
horas, tres días, sin redes sociales, sin Whatsapp, sin estar
conectado continuamente con la ciber-sociedad, esta necesidad creada
de estar ilimitadamente conectado, nos hace al cien por cien
vulnerables a los criterios de necesidades que imponen las compañías
que controlan estas plataformas porque, dada esta necesidad, ellos
nos influyen en compras, criterios políticos, criterios económicos
y hasta rebuscan en las cloacas de nuestras vidas para generarnos la
ansiedad de permanecer conectados hasta cuando dormimos. Ese
reto, si cualquiera de vosotros lo intentáis de realizar, os daréis
cuenta de que, en cuanto te “desenchufas”, literalmente
desapareces del mundo, si en esas 72 horas no empiezas a recibir
alguna llamada para ver si te ha pasado algo, o en cuanto vuelves a
conectarte no tienes infinidad de mensajes tanto en redes, como en el
correo como de Whatsapp, es que llevas una vida, en lo que a las
nuevas tecnologías se refiere, pobre e insignificante, que por otra
parte, para mí opinión lo que representa es que lo que tienes es
una vida controlada e independiente de las influencias dañinas de la
sobreexposición a dichas tecnologías.
Superar
la imposición de las normas que
debemos seguir, no es fácil, de hecho podemos caer en la tentación
de formar parte del sistema, parte de la maquinaria formada para el
control de las acciones, sensaciones y emociones de los demás y todo
esto sin darnos la menor cuenta. Si nos preguntamos como es esto
posible, la respuesta es fácil, concreta y totalmente lógica. Si lo
pensamos bien los famosos “influencers”, o mejor dicho una gran
cantidad de ellos, no son más que marionetas de las marcas, si que
en su principio fue una afición compartida con los demás, pero en
el momento que empiezan a tener cierta repercusión, las ofertas de
patrocinadores les llevan a tener un precio, en parte es lógico, ya
que si por una afición que tienes y que se te da bien hacer, te
pagan por ello tan solo por promocionar ciertos productos, creo
que nadie nos negaríamos. Entonces es cuando entras en este tipo de
juego, es cuando sin siquiera pensarlo eres parte de la tecnocrácia.
Lo mismo pasa con criterios políticos o económicos, la forma en que
las entidades financieras o los mismos partidos políticos o
gobiernos nos utilizan y utilizan nuestra forma de navegar por la
web, o la información que recibimos por gran variedad de medios de
información, es un bombardeo constante para llevarnos por un camino
concreto y que no nos desviemos de la senda establecida, intentar la
anulación completa
de nuestro libre intelecto. Siendo justo, no
todo lo que se nos intenta inculcar surte efecto, gracias a que ya no
estamos en la edad media, ya no es la era del despotismo ilustrado,
las personas tenemos mucha más información a nuestro alcance para
poder cuestionar todo lo que se nos pretende hacer creer, aunque
tenga que puntualizar que la gran mayoría se deja llevar por la
corriente dominante sin oponer resistencia.
Dejando
las tecnologías atrás, el mismo estrés del día a día nos propone
la oferta de soluciones directas a problemas que se nos puedan dar
sin que tengamos que racionar por
nosotros mismos. Somos corderos, pastando en una ladera que nos lleva
directamente al matadero. La necesidad de usar nuestros propios
criterios para gestionar nuestra vida, sera lo que nos proporcione
nuestra
singularidad, los que nos de una entidad propia y nos haga
diferenciarnos, positivamente, del resto de la gente. La cuestión no
esta en dejar todo de lado, desoír todo lo que se nos plantea
la cantidad de información que circula a nuestro alrededor,
no, la cuestión es, simplemente, saber priorizar, saber escoger lo
que nos sirve, como nos sirve y cuando nos sirve y moldearlo, dentro
de nuestras posibilidades,
para que nos sea totalmente útil, usar todas las herramientas que
tenemos a nuestro alcance para forjar utensilios
que
nos faciliten nuestro día a día, aprovecharnos de las oportunidades
que se nos presenten en la vida dando siempre nuestro toque personal.
Eso
es usar la mente para algo productivo, profundizar
en nuestras ideas, gestionar su posible aprovechamiento, crearnos
metas escalonadamente propuestas para que sean asumibles y no nos
creen ningún tipo de frustración que pueda llevarnos a caer,
nuevamente, en la tentación de
dejarnos llevar por la corriente general y sobre todo, tener un
conocimiento implicito de nuestras carencias, de nuestros defectos y
nuestras faltas, porque eso nos hará superarnos, ya que las virtudes
de cada uno se nos suponen bien claras.
Las
grandes plataformas tecnológicas pueden ser un trampolín, una
palanca para, con nuestro punto de apoyo, mover el mundo que es
nuestra vida. Su
uso inteligente, nos hace más conocedores de, hacia donde gira el
mundo, quien y como lo hace girar y si tenemos capacidad para
movernos en esa corriente, o por el contrario podemos ser nosotros la
corriente por las capacidades o aptitudes que tengamos. Administrar
bien todo lo que se nos dispone delante, toda esa capacidad ilimitada
de movimiento, ese poder de llegar a la gente, no tan solo de la zona
de donde vives, sino gente que vive a miles de kilómetros de ti,
tener esa oportunidad de conocer otras formas de actuar, de ver la
vida, causadas por la diferencia de cultura que hay, es más que un
tesoro si no caemos en la sublevación que supone estar totalmente
expuesto a los demás, si nuestro intelecto es capaz de separar la
parte meramente funcional de las redes y medios de información, de
la parte que
nos pretende adoctrinar o captar para beneficios propios o de unos
mínimos dominantes y los cuales nos hacen ser simples copias casi
perfectas los unos de los otros, anulando casi por completo nuestra
capacidad de raciocinio y decisión.
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