El desuso de la meditación



Capítulo III

El desuso de la meditación.

La meditación, a lo largo de los siglos, siempre nos ha servido para ordenar el caos controlado de nuestro cerebro ya que, cada día, consciente o inconscientemente recibimos cantidades de información capaces de llenar un disco duro, información que a su vez contiene datos servibles o inservibles y que sin ser sabedores de ello queda almacenada en algún lugar recóndito de nuestro universo cerebral. Desde la injerencia aplastante de las nuevas tecnologías en nuestra vida cotidiana, dándonos herramientas para almacenar casi todo tipo de datos, estamos dejando apartados esos momentos de pausa mental para archivar de manera controlada y colocada, todo lo que nos acontece diariamente pretendiendo que los dispositivos electrónicos sean el recurso, como si a ellos les encomendemos la tarea de retener todo lo sucedido. Pero, nada más lejos de la realidad, si intentásemos guardar un día nuestro en un dispositivo móvil, por ejemplo, necesitaríamos una memoria de almacenaje inmensa, una memoria de procesamiento descomunal y unos procesadores, que por muy avanzados que estén ya los procesadores, no serían capaces de procesar los datos incalculables que necesitamos cada día para poder funcionar.

Muchas veces me gusta poner el ejemplo de una fotografía, si bien es cierto que nos proporciona el recuerdo de ese momento, lo que no nos proporciona es la situación en que se ha producido esa instantánea. La misma foto, en contextos diferentes, toma carices distintos, lo que hace que abstraiga totalmente el significado de la situación en que se produjo y pueda interpretarse de distinto modo. ¿Cuantas veces no os ha pasado que viendo una fotografía de hace tiempo, se ha producido una discusión del momento en que se tomó? Aunque ahora tienen fecha, hora y hasta ubicación, lo que no te cuenta esa foto es que pasó en ese instante preciso, las curiosidades, que en el mejor de los casos, alguno de los partícipes de ese instante recuerda, ya que la imagen es uno de los estímulos más potentes que podemos darle a nuestro cerebro, por eso mismo pongo este ejemplo de la fotografía, porque aún así no puede retener toda la esencia del momento.

El estrés diario, la falta de tiempo causada por los trabajos, las obligaciones familiares y casi siempre, la mala planificación que tenemos sobre nuestra vida, hace que cada vez dejemos más en el olvido la reflexión, la meditación no espiritual sino conceptual, osea el reordenamiento de todo lo aprendido, la clasificación por importancia de como queremos guardar nuestros recuerdos, eso hace que la gran mayoría de recuerdos que tenemos estén total o parcialmente corrompidos, sean inexactos o directamente falsos, en la medida de que nunca pasaron y tan solo son fruto de mezclas de imaginación, sueños e invención oportunista de nuestro consciente más lejano. Nuestra capacidad de recuerdo es cada vez menor dado que cada vez dejamos más de lado el cargo a nuestro cerebro, para poner todo el peso en los nuevos conceptos de información digital, dicho esto, las herramientas digitales son un gran apoyo para poder llevar cierto orden o tener almacenados ciertos volúmenes y tipos de datos y así, no tener que depender única y exclusivamente de nuestra materia gris, pero me gustaría poner el énfasis en lo de “gran apoyo”, puesto que cada vez más se usan casi exclusivamente para estos cometidos, relegando a un segundo plano la memorización, base, bajo mi punto de vista, de una organización mental estructurada y gran cimiento de la buena salud mental. La perfección, diversidad y capacidad de muchos de los dispositivos, que ya hasta cuentan con AI, acrónimo anglosajón de inteligencia artificial (artificial intelligence), nos dan la falsa seguridad de que todo lo que necesitamos recordar está al alcance de un “click”, siendo por contra, la conformación de una base inexacta, por lo ambigua, de nuestras vivencias y cambiando así el valor que en realidad tienen ciertas parte de ellas.

La cultivación de recuerdos, o recuerdos implantados por terceros, es otro de los factores que hacen, que la falta de tiempo para poder meditar, nos lleve a situaciones engañosas. Suena a película de ciencia ficción, pero sí, cada día hay informaciones falsas que intentan influir en el recuerdo que tenemos de las cosas, los recuerdos son proporcionalmente vulnerables al tiempo que haya transcurrido desde el momento en que se crearon, a más tiempo, más fácil es que un recuerdo pueda ser inducido a error. No es ningún secreto que hay muchos profesionales de medios de comunicación, políticos, historiadores, y digo profesionales por llamarlos de algún modo cortés, se han dedicado y se siguen dedicando, a tergiversar y manipular acontecimientos que están en el imaginario popular, en eso consiste la cultivación de recuerdos y por desgracia estamos expuestos diariamente a ella, ya sea en prensa, televisión o en los millones de “FAKES” o noticias falsas que día tras día inundan las redes sociales.

Por todo esto, creo sinceramente que tomarnos un pequeño tiempo, ya no digo cada día, pero si de tanto en cuando, para poder ordenar nuestra mente, nuestro ordenador más personal que tenemos, no hace más que ayudarnos a poder tener una vida un poco más sosegada y menos expuesta a las interferencias creadas por los medios externos, además de poder controlar un poco más fehacientemente la complejidad de lo intrínseco de nuestro cerebro. El solo hecho de pensar para recordar, intentar ordenar recuerdos, clasificar y situar su importancia, hace que el funcionamiento neuronal de nuestro cerebro se dispare, cuanto más ahondamos en el hecho de meditar, más clara es nuestra meditación y cuanto más clara es esta última mejores resultados obtenemos a la hora de encontrar soluciones a problemas derivados de experiencias ya pasadas, porque a lo largo de nuestra vida, repetimos situaciones, repetimos errores y si tenemos bien ordenados nuestros conceptos podemos llegar a una superación más efectiva. Si usamos un pequeño espacio de tiempo para el pensamiento, nuestro volumen de resolución aumenta, tendemos a caer menos en frustraciones, en depresiones, porque buscamos instintivamente un camino que nos conduzca a solventar cualquier traspiés, podemos dar sentido a aquella foto del ejemplo, porque sabemos en que momento la vivimos, como la vivimos y con quién la vivimos y donde la vivimos, sin necesidad etiquetar amigos, poner ubicaciones o mirar en la información de la foto que día se hizo, porque esto último son datos fríos, lo otro son los recuerdo de una vivencia, el calor de compartir personalmente un momento de nuestras vidas.

Tomemos consciencia de nuestras vidas, sepamos en cada momento quienes somos, de donde venimos, porque somos así, que nos ha llevado a ser así, eso solo se consigue priorizando, otorgando un espacio de nuestro tiempo a reflexionar, a meditar, a estar con nosotros mismos e interiorizar en nuestro yo, a ponerle puntos y comas a cada frase que hemos dicho ese mismo día, a sonreír por aquel comentario que hemos hecho o que nos han hecho, a pensar porque hoy no se nos ha dado bien el día, a entender nuestras reacciones para poderlas mejorar. Tenemos que conectar un poco más con nosotros para poder proyectar hacia los demás lo que de verdad queremos proyectar, dejar un poco más apartada la sobreexposición de nuestras vidas, cargadas de filtros de belleza, en las redes sociales, para poder interiorizar y dar un sentido más práctico a nuestra vida real. La sociedad no puede quedar en una mera proposición de “LIKES”, necesitamos una cultura, una retención de conceptos para poder crear, una conjunción de momentos que creen nuestra singularidad, porque lo más bonito de esta vida es ser único, y para ser único primero debemos tener claro quienes somos, pero para tenerlo claro necesitamos otorgar el tiempo necesario a nosotros mismos a dar importancia a cualquier momento del día, por pequeño e insignificante que nos parezca, porque la singularidad del ser se consigue a base de los pequeños detalles que nos diferencian de los demás, pero si no dejamos espacio para poder meditar en ellos…

Nosco me aliquid noscere: at quidquid noscit, est: ergo ego sum
Conozco que yo conozco algo. Todo lo que conoce es; luego yo soy

(Gómez Pereira 1554)




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