El Poder del silencio
Capítulo VI
El poder del silencio.
En
cada momento de nuestro día a día leemos, escuchamos, mucha
información, opiniones, debates, disputas, llenas de palabras, de
frases que, demasiadas veces, son inconexas y nos difieren a una
realidad inducida, o a unas contradicciones que no sabemos gestionar.
La gran mayoría de veces el ser humano entra con demasiada facilidad
en el acto fácil e inequívocamente erróneo, de la palabrería y la
charlatanería, sumiéndonos en la falsa sensación que cuanto más
verborrea, más imagen de conocimiento damos a los demás. Es casi
podría decir un mal inherente
a la condición humana, parece que cuantas más palabras salen por
nuestra boca más razonada esta nuestra postura.
Pero
si lo pensamos bien, el conocimiento se obtiene del silencio, de
nuestro silencio para ofrecer la atención necesaria a la exposición
de los conocimientos aportados por terceros, ya que el conocimiento
se compone por la acumulación de las experiencias que tenemos en la
vida, sumada a las adquiridas por las que han tenido otros antes. En
todo es imprescindible mantener la atención ya que nuestra enseñanza
se acrecienta en los periodos de solitud, del
más puro intimismo. Cuando comenzamos nuestro aprendizaje, en la
época de 0 a 3 años, la fijación de todos los conceptos que
obtenemos durante el día, se produce mientras dormimos, al madurar,
aunque sí tenemos más facilidad para retener conceptos en el mismo
instante de ser adquiridos, nuestra mayor aportación a nuestro
conocimiento sigue siendo el más puro y rotundo silencio de nuestro
sueño.
Entonces,
¿es necesario el uso desmesurado de la palabra para no aportar más
de lo que ya se ha dicho? Bajo mi punto de vista no, en contra de lo
que dice el refrán, “quien
calla otorga”,
en ocasiones, el silencio intimida, puesto que la falta de respuesta
no siempre es un síntoma de ignorancia, sino por contra, es la
oportunidad clara para que el otro vaya cavando su propia tumba, ya
que en ese silencio están implícitas las respuestas. El mayor
baluarte de todo esto son los secretos, ya sean personales, de
estado, o de cualquier otra índole, quien es poseedor de secretos,
en su silencio guarda toda las verdades, los entresijos de muchos
enigmas y sobretodo el poder, puesto que ese silencio siempre tiene
más valor que su propia divulgación.
Para
poner un ejemplo tangible, la base de un chantaje es el silencio,
jugarás con el chantajeado mientras lo que conoces de él no se
difunda, tendrás el control de todo lo que quieras que haga, en
cuanto rompas ese mutismo,
indiferentemente del daño ocasionado, dejará de tener valor, puesto
que ya no tendrás ningún dominio sobre dicha información. Este
sería el ejemplo más ruin del valor o el poder del silencio, pero
también es el más contundente y gráfico y el que vemos, por
desgracia, más a menudo en nuestra decadente sociedad. Pero podría
usar muchos más, hasta en la música, se usan los silencios súbitos
para crear expectación o darle ese toque mágico a un concierto, en
el teatro, el cine, ese silencio que nos hace entrar en la atmósfera
que el creador quiere para ese momento. Otro ejemplo sería el de la
humillación de un silencio tras un discurso exalzatorio , o por todo
lo contrario, el alago del
enmudecer ante un acto noble o recuerdo a alguien que ya no está.
Esto son ejemplos de como la falta de elocuencia verbal puede tener
más valor que su exceso.
Pero
este capítulo trata de otro tipo de silencio, que es el silencio
meditado, esa pausa que nos concedemos para aportar nuestro grano de
arena necesario para acallar nuestros mismos fantasmas, ese momento
impás, que nos otorga la capacidad de ejecutar el
pensamiento correcto en el instante oportuno sin dar lugar a replica.
Esos silencios son los valiosos, son los momentos de claridad que dan
sentido a las afirmaciones, a las aseveraciones, a las conjeturas,
ese ismo que necesitamos para sentir que tenemos algo que aportar.
Ese
tipo de silencio comunicativo, aunque parezca una incongruencia, es
el que nos aporta más verosimilitud a las aportaciones que hagamos a
cualquier tipo de comunicación, puesto que nos habrá dado la
oportunidad de sopesar las contribuciones de los diversos miembros de
dicha comunicación, evaluándolas y así, dando nuestra opinión con
toda la información disponible. Otras veces, este silencio, ni es
comunicativo, ni de aprobación, sino todo lo contrario, es un
silencio expresamente pensado para desaprobar una actitud,
pensamiento o aseveración. Pero
sea cual fuere el tipo de silencio, este nos otorga el poder de
decisión, la
capacidad desde el sosiego, de intervenir o no, y ese poder es muy
valioso, tanto para nuestra integridad y reputación, como para
manejar con inteligencia toda la información de la que disponemos en
un futuro, ya sea inmediato, en el caso de un debate, esperando
pacientemente a intervenir, o un futuro menos inminente, en caso de
datos necesarios para intereses profesionales y/o comerciales ya que
en esos casos en concreto, en el campo profesional, el silencio bien
trabajado es mucho más productivo que la palabra por la palabra,
saber guardarse para el momento idóneo te procura una ventaja que
además es totalmente sorpresiva e inesperada para tu competencia y
que, casi siempre, les
deja
sin capacidad de ningún tipo de reacción posible.
Después
de haber analizado varios tipos de silencios, incluido el que, para
mí, es el más importante, que es el nuestro propio, estoy seguro
que más de uno de ustedes quedará sumido en un momento íntimo de
silencio para pensar que… “Nunca
hay que romper el silencio, si no es para aportar algo más valioso”.
...Y se hizo el silencio,
nuestros labios se
cerraron,
tan solo nuestros latidos,
nuestra respiración,
el susurro de la brisa,
el murmullo de las olas.
En ese momento lo supe,
todo había valido la pena,
todas las palabras dichas,
las comas, los puntos y los
acentos,
todas las subidas de tono y
los momentos,
casi vergonzantes, de
humildad.
Todo
ese ruido innecesario,
todas las riñas y
discusiones,
todas las reconciliaciones
y perdones,
todos los reproches.
En ese íntimo momento de
mutismo,
todo tuvo sentido,
solos tu, yo y nuestro
silencio.
Miguel Servera Gorgori
Diciembre 2018
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