Cuando el desconocimiento se convierte en miedo y este, en odio
Capítulo VII.
Cuando el desconocimiento
se convierte en miedo y este, en odio.
Desde que el raciocinio
existe, nos intriga lo desconocido e intentamos ponerle “cara y
ojos” a todo lo que nos va surgiendo en esta vida, ya sean
problemas científicos o cualquier vicisitud que se nos plantee. En
seres totalmente racionales, el desconocimiento, tan solo, significa
la aventura del principio del conocimiento, cosa totalmente lógica,
puesto que siempre se nos van planteando retos que según el paso del
tiempo se van considerando algo superado, esos retos que hoy vemos
como algo cotidiano, hace tan solo unas décadas, eran algo
totalmente inexplorado o simplemente se escapaba al conocimiento de
cualquier mortal. La ciencia ficción, los relatos futuristas que,
aunque se acuño con este nombre en 1929 por Hugo Gernsback, hay un
fiel estudio que data ya en la antigüedad, relatos de historias
fantásticas que bailaban en el hilo de lo pseudoracional, previendo
posibles futuros no demasiado lejanos, o en ocasiones a centenares de
décadas del origen de esa historia. Indudablemente el siglo XX, ha
sido el auge de dicho género literario, pero siendo cuando fuere su
comienzo, lo que nos atiene, es la sana curiosidad del ser humano por
descubrir lo desconocido y darle un porque y como integrarlo en
nuestra sociedad que, aunque nos parezca una sociedad abierta, es
reacia a los cambios instantáneos y necesita más tiempo de lo que
sería lógico para adaptarse a cualquier giro del rumbo establecido
en ese instante.
Hace “X” años daríamos
la culpa a la falta de información, puesto que si imaginamos un
descubrimiento en 1900 su divulgación era extremadamente lenta y
limitada, con lo cual, para una gran parte de la humanidad seguía
sin existir. Hoy en día pasa todo lo contrario, el exceso de
información, la mayoría contradictoria, mucha de ella sin
contrastar ni verificar, nos hace que lo nuevo se convierta en algo,
a veces, peligroso y desconfiemos por defecto de ello, provocando un
efecto “yo-yo” a todo lo avanzado en materia de derechos humanos,
igualdad y lucha contra el antisemitismo, a lo largo del siglo
pasado. Si hecho la vista una veintena de años atrás, me doy cuenta
que la convivencia entre culturas distintas, entre razas distintas y
entre distintos géneros, estaba llegando a un punto álgido, una
cumbre, que por aquel entonces, hablo de finales del siglo XX,
principios del XXI, todos pensábamos que tan solo se trataba de la
primera piedra del camino, del punto de partida, de la base donde
asentar los cimientos de la convivencia del naciente siglo. No tan
solo andábamos muy equivocados, sino que, por desgracia, éramos
testigos de su cumbre. Si que se han conseguido durante estos años
algunos avances contra la homofobia e igualdad de género, pero han
sido simple maquillaje para esconder la recalcitrante caída de
valores de nuestra sociedad. La retroalimentación de los
ultraderechismos, los vetos a las ayudas humanitarias por parte de
las autoridades europeas y estadounidenses, ante la crisis
migratoria, ya sea por conflictos bélicos o por la pobreza extrema,
que no olvidemos que los primeros causantes de las mismas son ellos y
el famoso G-20, con sus políticas de globalización, según para
que, porque no se globaliza la riqueza mundial, ni los beneficiarios
de esa riqueza, sino los productos para que los beneficiarios sean
siempre los mismos, todo eso ha reavivado la necesidad, por otra
parte lógica, de desconfianza a lo ajeno. Y me refiero al termino
lógico, porque en nuestro ADN sigue existiendo el gen de la
supervivencia, pero… ¿Cual es la base para pensar que lo que no es
igual a nosotros nos puede dañar? Ciertamente, no tienen ninguna
base, pero como antes comentaba, si hace cien años, la falta de
información bastaba para que hubiese resquemor hacia las
diferencias, hoy en día es la deformación de la información y su
gran cantidad, lo que nos devuelve a la casilla de salida en la
partida contra las diferencias y las discriminaciones.
La discriminación no tiene
diferencias, sexista, racista, clasista, por degeneraciones, o por
trastornos, todas y cada una de ellas no responden más que a un
patrón, el miedo, el miedo a lo desconocido, el miedo a lo distinto,
el miedo a no poder estar a la altura del que no es igual y quedar en
inferioridad, para contrarrestar eso, usamos el insulto, la
violencia, la vejación, el desprecio e intentamos apartarlos de
nuestra sociedad “perfecta”. Podría poner cientos de casos de
“cagadas”, porque no se les puede llamar de otra forma, de
discriminaciones hacia comunidades o personas a las que se les ha
apartado o repudiado y luego han sido indispensables para esa
sociedad que los menospreció. Pero por poner un ejemplo flagrante,
uno de los científicos y matemáticos más reconocidos del siglo XX,
Albert Eintein, fue tildado de “inútil para las matemáticas” en
su época de estudiante, desde luego, el verdadero genio fue el
profesor que lo discrimino de tal manera. La teoría de la
relatividad especial, la teoría de la relatividad general, la famosa
E=mc2, entre otras aportaciones que han servido como base para que
otros científicos puedan ir descubriendo los enigmas del universo,
entre otros campos, que se han nutrido de sus teorías y ensayos para
poder avanzar. Por desgracia, este es uno de los cientos de casos,
pero podría hablaros de la discriminación de los Síndrome de Down,
de las personas con TEA (Trastorno del Espectro Autista),
que para información de los
ineptos, no están enfermos, en el caso de los Down, es una cópia
extra del cromosoma 21, que se identifica por un grado variable de
retraso mental y en el caso de los TEA, aunque en este caso resumir
es mucho más complejo, por su diversidad, es un trastorno que hace
que estas personas sufran una deficiencia en la comunicación e
interacción social, como digo, como rasgo más común puesto que de
TEA hay muchos grados y variedades que hacen que el rango de
interacción con los mismos varíe según el tipo de TEA y su grado.
Tan solo hemos rascado por encima una de las muchas discriminaciones
por diferencia en que nos vemos sumergidos en estos tiempos y como
podemos comprobar, es el miedo a no saber que es lo que tenemos
delante lo que nos hace desplazarlos y hasta odiarlos, si quisiera
redundar, rascar en esta supurante llaga de nuestra sociedad moderna,
podría entrar en la homofobia, en
la senofobia, en la violencia machista, pero creo que esto debe ser
un punto de reflexión para todos los lectores, comprender que lo que
no es igual a nosotros, no tiene porque ser malo, que lo que nos
diferencia, también nos puede unir, que porque una persona necesite
más tiempo para comprender las cosas, no quiere decir que no pueda
entenderlas mejor que nosotros y mejor aún, que pueda retenerlas
mucho mejor que nosotros.
En definitiva, a los valientes
que decidáis conceder un momento a la reflexión a todo esto, os
pediría que, por una vez, toméis una hoja en blanco, y al conocer a
alguien distinto a vosotros, no prejuzguéis, no limitéis ni
busquéis las diferencias, intentad buscar nexos que os ayuden a
confluir en un punto intermedio, donde la tolerancia, la comprensión
y la aceptación de cada uno, sirva para construir y no para
destruir, para convivir y no para discriminar, para respetar y no
para repudiar. Porque el gran enemigo del ser humano, es el miedo que
tiene al ser humano.
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