El conocimiento del "yo" como individuo
Capítulo V
El conocimiento del “yo”
como individuo.
Una de las particularidades
del ser humano es la apreciación de si mismo como algo parte de un
todo, como unidad de una extensión, como insignificancia. Aunque el
ego de muchos de estos seres sea un sistema propio de mediad, o sea,
que tienen un ego muy alto, el desconocimiento que tenemos de
nosotros mismos nos lleva a necesitar formar parte de algo para poder
subsistir. Los grupos, congregaciones, comunidades o como mejor se
les quiera llamar, nos generar una seguridad y una estabilidad que
necesitamos desde el mismo momento del nacimiento, el calor del
hogar, de la familia, la necesidad del tacto y la aprobación
constante, y la comunicación con nuestros congéneres, sentimiento
que perdura durante nuestra vida.
En
el capítulo III
ya hablaba de la necesidad de la meditación y, aunque compartir
nuestros sentimientos, nuestros momentos y nuestra vida con otras
personas, sea de lo más necesario, necesitamos tener la percepción
del “yo” como individuo, que aunque parezca lo más simple, es el
más complejo de los “yo”, puesto que casi siempre están
supeditados a la relación con los demás. Para explicar un poco
mejor este galimatias de palabras, es necesario tomarse el tiempo
necesario para poder relajarnos e intentar ensimismarnos lo máximo
posible. Extraer los pensamientos y exprimir el jugo de nuestra
consciencia, pensar en el recuerdo más lejano que tengamos de
nosotros como ser consciente y dibujarlo mentalmente, eso significa
abstraernos de todo lo externo para podernos concentrar en el “yo”
más intimo. Llegados a este punto necesitamos comenzar a montar la
base de los recuerdos de las decisiones más importantes que hayamos
ido tomando a lo largo de nuestras vidas, intentar aislar las que
hayan sido decisiones exclusivamente nuestras, o sea, las que no se
han visto supeditadas por situaciones o acciones de terceros y hemos
tenido que tomar por la consecuencia de las susodichas. Si te
esfuerzas en intentarlo, te darás cuenta que son excesivamente pocas
las decisiones que tomamos por nuestra cuenta exclusivamente, para
poner un ejemplo de los que mucha gente puede pensar, la ropa,
podréis pensar, la ropa la elijo libremente, pero no es así, ya que
tenemos miles de condicionantes que nos hacen elegir una prenda en
particular, condicionantes que se almacenan en nuestro subconsciente
y que es muy complicado llegar hasta ellos si no es a base de un
mínimo de meditación. Combinaciones con otra ropa que ya tenemos,
esto se lo vi a la vecina, etc, aunque en ese instante ni se nos pase
por la parte consciente de nuestra cabeza, la subconsciente la tiene
muy clara y nos predispones a elegir algo en concreto, por esto he
puesto el ejemplo de la ropa, porque es un ejemplo muy claro del
dominio de los impulsos de sociedad que tenemos sobre nuestra forma
de actuar.
Como
comentaba antes, intentar abstraer las decisiones que de verdad hemos
tomado por nuestra cuenta y riesgo nos va ha llevar a la conclusión
de que no tenemos nada claro quienes somos en realidad, no tenemos
una consciencia clara de nuestro “yo” voluntario, pero eso no
quiere decir que no lo tengamos y que no lo podamos usar. Somos, como
especie, la más capacitada para individualizar nuestros actos
conscientemente, que al contrario de lo que podamos creer, nada tiene
que ver con el egocentrismo, sino con la capacidad de creación.
Cuando una persona usa su creatividad para confeccionar cualquier
cosa, aunque pueda usar referencias de terceros, la mayor parte de
ese trabajo es exclusivamente suyo, con lo cual, durante ese proceso
el “yo” individual, entra en funcionamiento, comienzan a
reconstruirse
experiencias propias para llevar a cabo ese proceso, en ese momento
es cuando más tenemos que intentar usar nuestra consciencia para
reconocernos, para encontrarnos a nosotros mismos y extraer la base
de nuestra singularidad. Nos daremos cuenta de que muchas de las
percepciones que tenemos sobre nosotros, son inexactas, normalmente
tendemos a la infravaloración, por eso la necesidad de aprobación
que tenemos desde cuando éramos imberbes, nuestras capacidades
aumentan a la vez que nuestro conocimiento de nosotros es más
exacto, cuanto más conocemos nuestros defectos, mejor podemos
corregirlos, cuanto más conocemos nuestras virtudes, podemos
explotarlas de una manera mucho más productiva. Pero esto tan solo
se consigue de una manera, tomando consciencia de nosotros, saber que
además de una fracción de un grupo, somos una unidad
característica, que, sin dejar de compartir una gran parte de lo que
hacemos con los demás, debemos aprender a concedernos espacio para
nosotros mismos, porque al final un eslabón mejor forjado, acaba
por reforzar la cadena.
Cuando
miro muchas veces las redes sociales y veo esa necesidad por
compartir extractos de nosotros, la mayoría de ellos vacíos de
contenido significativo de nosotros, con los demás, me pregunto,
¿hasta qué punto tenemos consciencia de que, esos que salimos en
esa foto posando con 20 filtros de belleza, no somos nosotros, sino
una mera y burda caracterización de quien pretendemos que vean los
demás? Lamentablemente, la gran mayoría de los “postureos” son
solo eso, una posturita para agradar, para obtener aprobación, para
sentirnos parte de un todo, un todo que es efímero, vacío e inerte,
porque nuestro desconocimiento de quienes somos nos lleva a intentar
resolver esa cuestión a través de los demás, a que nos sitúen en
una parte de la sociedad, a que nos califiquen y nos pongan
etiquetas. Hay
que regalarse un poco de intimidad, motivar la parte creativa que
todos llevamos dentro, conocernos y, aún más importante,
reconocernos en todo lo que hacemos. Porque, aunque no está mal
seguir ciertas tendencias para aprovecharlas para definirnos, debemos
evitar a toda costa que esas tendencias lleguen a conformar nuestra
capacidad de actuación y se consagren como nuestro único sistema de
vida.
No
dejemos de compartir pensamientos, no nos aislemos de la comunidad,
no nos abstraigamos en nosotros unicamente, no seamos ni queramos ser
el centro de todo, pero sí debemos empezar por saber quien somos
para, compartir nuestros mejores pensamientos, formar parte de una
comunidad que nos influya positivamente y a la cual podamos influir
positivamente, poder extraer de nuestra abstracción lo mejor de
nosotros y centrarnos en nosotros para así poder ser más útiles a
los demás, porque:
"Nunca podrás salvar una vida si no salvas la
tuya primero, o dicho de manera menos dramática, no podrás ayudar a
nadie si el que necesita ayuda eres tú."
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