La humildad, el camino recto de la vida




Capítulo XVIII

La humildad, el camino recto de la vida

Por definición, el ser humano es un ser arrogante, egocéntrico y hasta en ocasiones, chulesco, la especie dominante sin ningún tipo de oposición, que pretende imponer su “via vitae” o modo de vida hasta retando a la sostenibilidad del mismo entorno en el que vivimos. Eso, pensándolo bien, nos convierte en la especie más incompetente del planeta. Si nos fijamos en cualquier otra especie, cuida su medio y busca siempre el equilibrio para la sostenibilidad de su medio de vida, alimentarse sin ser alimento para otro. En cambio el ser humano a transformado el entorno a su medida, desequilibrando muchas partes del mismo y poniendo en peligro su frágil equilibrio. Esto ocurre, simplemente porque nos hemos hecho a la idea que somos seres únicos, que el planeta es de nuestra propiedad y que, con él, podemos hacer lo que nos venga en gana sin sufrir ninguna consecuencia.

Muy alejado de la realidad, este pensamiento nos ha llevado a cambiar de curso, grandes masas de agua, a crear lagos donde no existía agua, a convertir en desiertos, praderas fértiles y a ir modificando, el eje de la tierra por este cambio de masas de agua. Esto sin meternos de lleno en el cambio climático, la gran controversia del siglo XXI heredada ya del siglo anterior, una anomalía creada por los carburantes y el incremento de especies de granja, para consumo animal, que crean gases de efecto invernadero, que estos aceleran el calentamiento global, modificando ostensiblemente las estaciones, y disminuyendo el volumen glacial de los polos. Esto, sin la mano del hombre, hubiese ocurrido igualmente, es un ciclo natural que tiene la tierra y del que se tiene constancia por las diversas glaciaciones que ha sufrido el planeta después de repentinos sobrecalentamientos, lo que pasa es que con la mano del hombre lo estamos acelerando de una manera incontrolada y las consecuencias pueden ser catastróficas.

El ego humano nos lleva a considerarnos por encima de todo, cuando conseguimos un cargo de relevancia, en vez de mirar el camino recorrido para llegar hasta ahí, miramos por encima del hombro a los que, tan solo un tiempo atrás eran nuestros compañeros, o hasta nuestros superiores. La falta de reconocer, los pasos necesarios para conseguir algo, de dar importancia a cualquier avance que hemos hecho, a interiorizar en nuestro consciente, que estamos en esa posición porque es la que nos pertenece, además de no dejarnos ver el esfuerzo que nos ha costado llegar, nos ciega para mantenernos de una forma nítida y coherente. Las personas que tienen en cuenta cada paso de su vida, son las personas que saben lo que cuesta avanzar un metro, son las que le dan valor a cada movimiento que les sirve para ir hacia adelante, son, a su vez, las que disfrutan del camino que les ha llevado hasta ese lugar y las que pueden avanzar sin miedo a tener nada que reprocharse en un futuro.

Hoy en día, se ven grandes celebridades del mundo de los negocios, cambiar de aires y dedicarse a empresas que sirven para cambiar el mundo un poco a mejor, o que donan parte de sus fortunas para investigación, o directamente se dedican a una vida de “misionerismo”, no nos engañemos, a eso se le llama sentido de culpabilidad, intentar subsanar parte del daño que han hecho para llegar a lo más alto, parte de las cabezas que han tenido que pisar para subir escalafones en la sociedad, es la falsa humildad del, que una vez fue tirano, y la vida lo ha vuelto a poner en su sitio, o por la vejez, o por alguna enfermedad que les demuestra que lo único en esta vida no es el dinero, sino el poder disfrutarla de una forma en que no sea necesario dañar a nadie.

El llevar una vida humilde, nada tiene que ver con las posesiones que se puedan o no tener, puedes ser un pobre e intentar aparentar ser quien no eres, eso también te aleja de la humildad. La humildad nada tiene que ver con el dinero, ni con la posición social, tiene más que ver con un modo de vida, con un estilo de valorar todas las cosas que conforman nuestro entorno, nuestro día a día, las personas que nos rodean, de tener en cuenta todos los detalles y de ser a su vez detallista. La humildad es saber quien eres, quien eras y a través de eso, conformar quien quieres ser, es tener en cuenta cada mano que te ha sujetado por el camino, es agradecer cada apoyo que se te ha dado, es valorar cada gesto de ánimo cuando lo has necesitado y, cuando llegue el preciso momento, intentar devolverlo, intentar ser tu quien apoyes, el que guíes a otro, quien marques el camino y des el empujón necesario para que suba ese peldaño. Eso es ser humilde, nada tiene que ver con harapos, con mendigar, sino con reconocer y recompensar. Una persona humilde es la que encuentra de comer y comparte con el que tiene al lado, sabiendo que igual los dos no quedarán saciados, pero al menos, algo se llevarán a la boca.

Reconozco que con el mundo competitivo que nos estamos conformando, es casi una temeridad ser humilde, pero sin este sentimiento, sin este modo de vida, que reconoce de donde vienes, donde estas y donde quieres llegar, no va hacer falta que los miedos que tienen muchos científicos que los autómatas acaben por reemplazarnos, porque si perdemos este modo ver la vida, si cegamos por completo la parte de nuestro ser que quiere entrever la necesidad de valorar todas las cosas y lo que cuesta conseguir cada una de ellas, los verdaderos autómatas seremos nosotros, porque aniquilaremos por completo la parte humana de nuestro ser para convertirnos en unas máquinas que solo piensen en el dinero, en como conseguirlo, sin pensar si tienen o no que pasar por encima de otros o dejar a familias sin recursos ni posibilidades, solo nos importaremos nosotros, en ese momento se habrá acabado la humanidad, porque no habrá humildad que la sustente.

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