El "hoy" como meta
Capítulo XVI
El
“hoy” como meta
Desde
que tengo uso de razón, veo que por costumbre, vivimos en el tiempo
equivocado, nos preocupamos demasiado tanto por
el pasado como por
el futuro, olvidándonos por completo del presente y perdiéndonos
infinidad de cosas por ello. Una razón para esta norma de
comportamiento, es en principio, olvidar lo que paso y programar lo
que ha de pasar, errores repetitivos que nos llevan a no plantear
realmente lo que esta pasando en el momento y así desperdiciamos la
oportunidad de poner en práctica la solución de los errores ya
cometidos y la base para mañana, que es nuestro futuro más
inmediato. Con esto no quiero decir que no tengamos que recordar el
pasado y proponernos un futuro, lo debemos hacer pero siempre estando
en el momento correcto, que es el presente.
Sabernos
ubicar correctamente en el tiempo, nos permite un control directo de
todo el entorno y poder actuar instantáneamente ante cualquier
contratiempo, sin tener que demorar demasiado por estar distraído en
lo que ya paso o en lo que vendrá. Se que parece una forma
repetitiva de comentar siempre lo mismo, pero es que es muy
importante tener la noción exacta del tiempo, es importante para
poder basarse en el día de hoy, para que mañana sea más
productivo. Eso
quiere decir, que aprender del día de hoy nos permite ser más
ágiles el día de mañana.
Algo
que siempre me gusta decir es que, del pasado se aprende, tanto de lo
bueno como de lo malo, de lo bueno para poderlo recordar, de lo malo
para corregir los errores y mejorar, pero cuando me refiero a eso, no
me refiero a recordar ese pasado constantemente para rehacer los
éxitos o deshacer los errores, ya que eso nos tiene que quedar claro
en el mismo momento que cometemos cualquiera de los dos actos, que
debemos dejar grabados en la memoria, para no repetir y/o cambiar las
malas experiencias, o para aprovechar al máximo las buenas, así el
día de hoy tendrá la base ya preparada para actuar sobre ello. Si
lo pensamos bien, nos daremos cuenta de una cosa muy básica para
poder entender todo esto, pensamos en el día de hoy, hoy es el día
en el que estamos viviendo ahora, pero es el futuro de ayer y el
pasado de mañana, por lo tanto, planear más allá del día de hoy,
o pretender cambiar errores que no nos están ocurriendo ahora,
debilita ostensiblemente el rendimiento del día posterior. Pero así,
os preguntaréis ¿cómo aprender de los errores de ayer para no
repetirlos? O ¿cómo plantear un futuro?, las
respuestas son sencillamente, los errores de ayer tienen que estar
subsanados ayer, o en el preciso momento que pueden volver a
producirse, porque tenemos ese recuerdo, y plantear un futuro a largo
plazo, además de inefectivo es ilógico e incoherente, el por qué,
porque nunca tendremos la certeza de lo que pude pasar mañana. Con
eso no digo que uno no deba preparar una carrera, formarse bien, etc.
pero sin la mayor ambición del esfuerzo de el día a día para poder
irse forjando los pasos siguientes, o sea, sin fijarnos metas a un
largo plazo, porque no tendremos nunca el control de las infinitas
variables posibles que, indudablemente, nos surgirán durante todo el
proceso de ese camino hasta el futuro lejano que nos hemos fijado.
No
me gusta ponerme como ejemplo, pero en esta ocasión creo que puede
ser un ejemplo muy práctico de como la vida se vive al día sin
proyectarla más allá de lo tangible. Hace apenas 7 años, no
pensaba en llegar a casarme nunca, de hecho no creía en el
matrimonio, un simple papel que no hace que quieras ni más ni menos
a la persona con la que compartes la vida. Tampoco, ya por la edad,
entraba en mis planes de futuro ser padre, no es que fuese
exageradamente mayor, porque sigo sin serlo, pero por las
circunstancias de mi vida en ese momento, con un trabajo basura y,
por desgracia, viviendo en casa de mis padres, por la situación
económica, era inviable e inapropiada esa opción. Pero como
explicaba antes, uno no controla las variantes del futuro, con lo
cual no puedes afirmar nunca “de
este agua no beberé”,
porque es cuando entonces la bebes a litros. Tan solo tres años
después, además de estar casado, con una persona que me cambió la
vida desde que tuve el placer de compartir el espacio familiar a
diario, también fui padre, seguramente en un momento de los más
difíciles ya que era una época en que no trabajaba y no se avistaba
trabajo a corto plazo. Fue nacer mi hija y encontrar un trabajo,
aleluya, ya tenemos un paso importante dado, pero a los dos meses una
lesión de espalda y unos jefes poco comprensivos e impacientes, me
dejaron otra vez en la estacada. Cuando más mal veía la situación,
sin esperarlo, se me plantea otro trabajo, fijo desde el primer día
y con una concesión de 25 años, vuelves a planear cosas y, como os
decía antes, vuelves a perder el control de la realidad, porque tan
solo un año y dos meses después se me reproduce la lesión de la
espalda y a día de hoy estoy igual.
Con
este extenso ejemplo, mi intención es demostrar que, todos y
absolutamente todos, cometemos el error de hacer futuros absolutos,
cuando no sabemos ni siquiera que nos va a deparar el día de mañana.
Esta experiencia me ha servido para no prolongar mi visión más allá
de lo que me asegura la vista y, siempre, dejando espacio para los
imprevistos. Si que he aprendido mucho de lo que me ha pasado, pero
no vivo pensando en, ¿qué hubiera pasado si…? Es improductivo e
inútil, porque ya no lo puedo cambiar. Tampoco vivo pensando, en que
podrá pasar dentro de un año, ni siquiera la semana que viene,
porque pueden pasar tantas cosas las cuales no dependen de mi
interacción, sino de variables externas a mí. Entonces, lo que
intento hacer, es vivir al máximo el día de hoy, disfrutar de mi
familia e intentar progresar paso a paso, con una meta muy clara, que
hoy sea mejor que ayer, pero que mañana pueda mejorar el día de hoy
por lo aprendido.
Ser
consecuentes con vosotros mismos, disfrutar del momento en el que
vivís ahora mismo, ser dueños de vuestro “hoy”
para así mejorar vuestro “ayer”
y poder allanaros el camino para vuestro “mañana”,
posiblemente una de las mejores recetas para la felicidad, porque no
hay nada más reconfortante que saber que, aunque sea por un poquito,
nuestro futuro más inmediato, es mejor que nuestro pasado, pero para
eso necesitamos vivir al máximo nuestro presente.
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