Frustración, el pozo del averno emocional
Capítulo X
Frustración, el pozo del
averno emocional
En varios de los capítulos
anteriores habréis notado mi interés por las emociones, esto
sencillamente, es debido a que el control o la falta de control de
las emociones, bajo mi entender, es clave para poder progresar en la
vida ya sea a nivel personal, como a nivel profesional. Los
paralelismos que hay entre nuestras emociones y rumbo de nuestra vida
es evidente, puesto que según sean estas, podremos afrontar de una
forma u otra, la misma situación provocando, casi sin ninguna duda,
un resultado totalmente distinto. Hablamos en el capítulo II de los
pecados de la mente, las tres “d” que hacían desfallecer
paulatinamente nuestro rendimiento emocional, desde la desidia o el
desánimo, que atacan nuestra capacidad de avanzar de una forma
coherente, hasta la más grabe, la depresión, que puede llegar a
convertirse en una enfermedad mental si no se ataja a tiempo. En el
capítulo VIII, vimos la necesidad de entrenar la autoestima con
refuerzos positivos, puesto que una autoestima bien mesurada proyecta
una imagen segura y decidida de nosotros hacia los demás.
Como en todo, una higiene
mental equilibrada, nos hace ser más funcionales y competentes, a la
vez que, competitivos y eficaces en los momentos que se requiere,
también nos proporciona una buena base para la felicidad ya que
nuestra personalidad suele estar más abierta a ello. Pero la
búsqueda de este equilibrio en la higiene mental, me refiero a
higiene mental a intentar siempre usar procesos mentales lo menos
contaminados posibles, ya sea por agentes externos, información
incorrecta o insuficiente etc, o por agentes propios como pueden ser
los susodichos pecados de la mente o conductas no muy apropiadas para
el fin de ese equilibrio, pues esa búsqueda no debe llevarnos a otro
de los causantes de infelicidad y agobio más grandes que tenemos en
nuestra vida, la frustración. Esta enemiga silenciosa, pausada,
siempre aguarda paciente a nuestros errores, a nuestra impaciencia y
a nuestra incapacidad de, en los momentos adecuados, dar un paso
atrás o a un lado, para ver las cosas desde otra perspectiva y así,
tomar decisiones con un cierto grado de solvencia para no ser
atrapados por ella, derivándonos a entrar en una espiral infinita de
ensayo error, acabando con nuestra paciencia y relegándonos a
abandonar o abriendo la caja de los truenos de los pecados de nuestra
mente. Aunque hablamos poco de frustración, en nuestra sociedad,
cada vez la vemos en personas más jóvenes, comenzando ya desde los
bebes, puesto que ya a esas edades, se les somete a una presión,
pañales, comidas, comportamientos, que alteran su funcionalidad
normal haciendo que, en infinidad de ocasiones,, caigan con facilidad
en las redes de la frustración. A esas edades, la capacidad de
abstracción, hace más fácil que el individuo salga de esa maraña
de desengaño que, aunque a veces puede afectar en su comportamiento,
si se redirige por un adulto, se puede revertir con prontitud y sin
más consecuencias que algún que otro berrinche o enfado.
Otro tema muy distinto, es
cuando comenzamos a tener esos episodios de frustración en una edad
adolescente o adulta, más que nada, porque nuestra capacidad de ser
autónomos también implica nuestra falta de disposición para ser
ayudados, aconsejados, o redirigidos por nuestros iguales,
convirtiendo nuestra mejor baza, nuestra capacidad de valernos por
nosotros mismos, en nuestra peor tumba, la incapacidad de consultar,
o pedir auxilio. Esto, unido a la presión social, hace que el día a
día de una persona este evocado a ver el filo del precipicio
constantemente, cayendo en frustraciones muy a menudo, algunas de
poca importancia y que dejaremos atrás con facilidad, pero otras no
llevarán a quebraderos importantes de cabeza y a ver de cerca las
puertas del averno de nuestro propio yo. En estas edades y en este
sistema de sociedad que cada vez premia más el individualismo a la
colectividad, combatir la frustración no es una tarea fácil, puesto
que sin darnos cuenta, somos nosotros mismos que nos autoinflingimos
una presión inasumible, que se ve acrecentada por la ya mencionada
del entorno societario, convirtiéndonos en blanco fácil para sus
numerosos y diversos tentáculos, pero si se puede combatir no
efectividad, el como, conociéndonos bien a nosotros mismos, porque
así tendremos claros cuales son nuestros límites y nuestros tiempos
de reacción, no tomar cuenta de las imposiciones de las tendencias
sino de lo que verdaderamente necesitamos, saber cuando debemos
delegar en otros las obligaciones compartidas en vez de intentar
demostrar a todos lo fabulosos que somos, tomarnos tiempo para ver
todas las opciones disponibles antes de decidir o emprender acciones,
evaluar lo errores cometidos para poder subsanarlos y no repetirlos
constantemente (base de la frustración) y sobretodo,
procurarnos un entorno de gente en la que podamos confiar y acudir a
su opinión en el mismo instante en que nos veamos encallados en una
situación susceptible de crearnos agobio.
También, una de las formas de
combatir este ruinoso sentimiento, es no crearnos altas expectativas
continuamente, saber diferenciar entre ilusión y ensoñación o
entre marcarse metas o marcarse imposibles, esto nos ayudará a
mantener los pies en el suelo y no perder una perspectiva real de lo
verdaderamente importante en cada momento y en cada situación,
pudiendo priorizar y seleccionar en decisiones que, de otro modo, nos
podrán sumir en un caos de planteamientos y soluciones sin sentido y
que mermarán nuestra capacidad de resolución llevándonos al punto
de partida o, en el peor de los casos, más atrás de donde
comenzamos y provocando este sentimiento del que hoy hablamos. Sin
dudarlo, la creación de un entorno controlado, familia, amigos,
trabajo, hobbies, ayuda a dispersar nuestra mente y muchas veces a
aclarar estas situaciones, lo que nos vuelve a llevar a lo que, ya
llame antes como, higiene mental, formar una familia estable, tener
unos amigos que influyan positivamente, tener un trabajo que nos
permita exponer nuestros conocimientos y/o habilidades y con las
condiciones de trabajo optimas, compañeros, jefes etc, nos aportaran
esos momentos de reacción sobre la posibilidad de frustración,
dándonos herramientas útiles para la gestión de dichos momentos y
pudiendo compartir con los demás los posibles motivos de crispación
por no dar con el resultado deseado, asegurándonos así, una
descarga de la presión y la tranquilidad ante un posible error o
estancamiento de lo que nos ataña en ese momento o situación.
No hay formulas mágicas
contra la frustración, pero si hay muchas maneras de intentar
evitarlas, algunas las he enumerado anteriormente otras son cuestión
de cada uno, pero sobretodo, el tener en cuenta de que vivimos en
comunidad, que no estamos solos, que todo es consultable y que los
errores son parte del proceso de la vida, nos pueden ayudar mucho a
controlar este sentimiento tan dañino. Hay que aprender a tomarse la
vida como un regalo y vivirla y disfrutarla con los que nos quieren,
apartándonos de personas tóxicas y cuidando bien de familia y
amistades, seguro que esto no es una formula mágica, pero si ayuda a
no frustrarse por banalidades inútiles y a poder evitarlo por
problemas que puedas compartir con los demás.
Comentarios
Publicar un comentario
Comenta esta entrada para poder compartir y debatir sobre ella.