Autoestima, la base de nuestra personalidad



Capítulo VIII

Autoestima, la base de nuestra personalidad

Nuestra personalidad está formada por un cúmulo de circunstancias y situaciones que moldean poco a poco nuestra forma de ser, nuestro carácter y nuestra forma de usar la lógica o de pensar. Desde rasgos genéticos, pasando por vivencias infantiles, traumas, modelo familiar, conciliación con nuestros iguales, todo eso irá sumando, a lo largo de nuestra vida, para conformar nuestra personalidad, haciéndonos variarla más de lo que en verdad pensamos, durante el transcurso de la misma.

Los grandes pilares donde se sustenta y empieza a construirse nuestro yo son, sin ninguna duda, la educación y la enseñanza, dos piezas claves para poder ir añadiendo pisos a la edificación continua, que es la personalidad de cada ser humano. La educación, aunque hoy en día este desvirtuado este concepto, debe tener el ancla más fuerte en la familia, y digo que esta desvirtuado este concepto, porque muchos pensamos que la educación pertenece a los centros educativos, que en verdad deberían llamarse centros de enseñanza, ya que los conceptos son muy distintos y, casi siempre, tendemos a confundirlos, otorgando carácter educativo a quien tiene que tener un carácter de enseñanza, la diferencia es que uno debe sustentar el pilar de la formación como persona y el otro el pilar de la enseñanza académica, por eso el primero debería estar anclado en la base por la familia y reforzado en los centros escolares y no al revés como, por desgracia, se ve más cada día. Una educación cuidadosa unida a una enseñanza firme, constituirán dos pilares fundamentales para la creación de uno mismo, torneando así muchas de las facetas como individuos en la sociedad que iremos desarrollando con el devenir de los tiempos.

Sin duda, algo que va ha esculpir mucho nuestra personalidad van a ser la sucesión de acontecimientos, sobretodo en nuestra infancia y nuestra adolescencia, ya que estas son las dos etapas de adaptación a la vida y a la sociedad, además de ser las dos etapas en las que más dependemos de los demás en nuestras decisiones y en las que más indefensos, por decirlo de algún modo, nos vemos ante los cambios en nuestra vida. Ya, como adultos, si bien es verdad que cualquier variante será parte del dibujo de nuestra personalidad, usamos lo aprendido en nuestra infancia y adolescencia, para mantener cierta linea constante en las acciones y reacciones de la persona, añadiendo matices significativos a cada paso que demos por la vida. Habrá sucesos que marcarán cambios drásticos en nuestra personalidad durante el paso de los años, como, fallecimientos de seres queridos, nacimientos de hijos, engaños e infidelidades, entre otro, que alteran, ya no tan solo nuestro comportamiento, sino también, en muchos casos, nuestra forma de vivir.

Hasta ahora, hemos estado viendo lo que define nuestra personalidad de forma externa, educación, enseñanza, acontecimientos, todos muy importantes para nuestra personalidad, pero si nos paramos a pensarlo bien, con poca influencia nuestra, aunque alguna si tenemos en la educación y la enseñanza, pero en todas ellas dependemos más de la influencia de terceros y de casualidades y causalidades, que no de influencia propia, por eso el “ego” sobretodo y ante todo, se nutre de nosotros mismos, de como nos entendemos para poder proyectar hacia los demás, y en eso entra la autoestima, el amor y conocimiento que tenemos sobre nuestra propia persona. Por defecto, exceptuando casos de ególatras, tendemos a subestimarnos y, hasta aveces, menospreciarnos mucho, tendiendo a pensar en la peor versión de nosotros para afrontar, tanto retos, como contratiempos, desafiando a la lógica de la evolución de las especies, que marcaría el instinto básico de supervivencia, en un afán de superación y una autoexigencia continua para una mejora constante. La autoestima, es un valor básico en la ecuación de nuestra personalidad, un valor, que por los estereotipos que marca una sociedad cada vez más idealizada, crean una inseguridad que nos induce a infravalorar lo que somos y perseguir metas que no nos pertenecen, nos inducen a sentirnos enanos en un mundo de gigantes y a no prestarnos atención a nosotros. Nos dejamos avasallar con mensajes vacíos sobre lo que debemos comer, como debemos vestir, que coche debemos tener, que casa debemos adquirir, hasta, que tipo de pareja es la más adecuada para nosotros STOP, pensemos, en todo esto que nos llega cada día mediante anuncios, noticias, comentarios en las redes sociales, que es lo importante para nosotros, pues nada, todo está referido a intereses de terceros a, si me apuráis, construir una imagen hacia los demás que nada tiene que ver con nosotros mismos y, en consecuencia, a vaciar nuestra personalidad, haciéndola frágil y aún más maleable a las intromisiones de las modas y tendencias de la sociedad.

Entonces, aunque los pilares de nuestra personalidad sean, la educación y la enseñanza, el condicionante máximo sean, los sucesos y acontecimientos de nuestra vida, la base para la sustentación de todo esto debe de ser una autoestima fuerte, consistente, con un conocimiento de nosotros, de nuestros valores y necesidades, de nuestros derechos y deberes, lo más fidedigno posible ya que, de ese conocimiento extraeremos el uso de todo lo demás, las reacciones a contratiempos, situaciones y demás escollos, que nos pueda plantear la vida. Ese conocimiento, es también la herramienta perfecta para organizar los pilares básicos de nuestra personalidad, si no sabes quien eres, no te sirve de nada ni una buena educación, ni una buena enseñanza, porque no sabrás como usarlas cuando te hagan falta. Cuando la influencia hacia tu autoestima es positiva, refuerza tu carácter, haciéndolo menos voluble, menos influenciable, en definitiva, menos frágil, ayudando a que te sientas más lleno sin la necesidad de la aprobación de terceros, que proyectes más seguridad hacia los demás, que veas la felicidad como algo a tu alcance y no como un subproducto que vas a conseguir, comprando, adquiriendo o teniendo, algo en concreto, pero sobretodo, podrás crear felicidad, ya que la verdadera felicidad, la que perdura, es la que proviene de alguien feliz y que la comparte, las otras “felicidades”, la de la derrota del equipo rival, la del tropiezo del vecino, que nos hace parecer menos torpes, etc, son tan banales como efímeras, en definitiva, son tan solo la confusión de la felicidad.

Entrenemos nuestra autoestima, sí, entrenarla, entrenarla haciendo el esfuerzo de conocernos mejor, haciendo el ejercicio de ver nuestros virtudes sin dejar de tener claros nuestros defectos, trabajando para intentar de corregir nuestros defectos o suavizarlos en su defecto, buscando en cada tropiezo un refuerzo positivo, atendiendo a nuestras necesidades reales y no a las creadas por otros, compartiendo nuestros temores, nuestras preocupaciones, con alguien que de verdad quiera escuchar, rodearnos de gente que sume y desechar a los parásitos que tan solo se alimentan de nuestra desgracia y nos la restriegan cada vez que pueden. Abrir las puertas de nuestra mente para obtener más conocimientos, a más conocimiento menos miedos, a menos miedos menos se nos puede influenciar, pujar fuerte por nuestras convicciones y nuestros valores, tener claras las bases en donde forjamos nuestra personalidad, para consolidarlas y reforzarlas para, en su momento, poderlas trasmitir a quienes vengan detrás nuestra. Todo esto puede servirnos para reforzar la personalidad, porque con una autoestima en su punto justo, no seréis nunca marionetas de nadie ya que habréis creado una base sólida y estable.

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